lunes, 28 de marzo de 2011

REPORTE DE LA AGENCIA KALI-YUGA 28/03/11 GUERRA DE CIVILIZACIONES: CAPÍTULO LIBIA Ha quedado en claro respecto del bombardeo que la Otan, con la venia de la ONU y de la Liga Árabe, ha efectuado a las fuerzas de Gadhafi en Libia que éste no fue un hecho querido ni necesariamente encaminado a obtener la caída de este último. Fue, tal como dijéramos en nuestro anterior informe, el mismo Gadhafi quien indujo a dicha acción con las declaraciones destempladas que efectuó un día antes de que se votara en la ONU el ataque contra su régimen debido a que, si esto no sucedía, tal organización perdía totalmente su razón de ser. Fue por tal causa y no porque deseasen su caída que ni China ni Rusia vetaron tal resolución. Y las razones de ello pueden encontrarse en lo siguiente: Gadhafi sabe bien que sus días están contados de la misma manera que lo estuvieron los de Ben Alí y Mubarak, pero, en tanto que se trata de un sujeto atrapado por la megalomanía, ha deseado que su caída estuviese determinada por la intervención extranjera y no por sus propios compatriotas. Es de destacar aquí que dicho bombardeo se hubiera podido efectuar mucho antes de lo que sucediera quedando plenamente justificado por la circunstancia de que el déspota libio atacaba ‘sin misericordia’ (eran sus palabras) a un adversario que lo superaba ampliamente en número pero que carecía de las armas adecuadas para defenderse. En Libia se había declarado una guerra civil en donde el sector mayoritario que había logrado ocupar las principales ciudades prácticamente no se podía defender ya que la estructura militar del país se encontraba principalmente en la ciudad de Tripoli en donde Gadhafi había instalado su bunker. En cualquier otra circunstancia la Otan no hubiese esperado 40 días antes de intervenir y esta ‘demora’ se debió a que el ‘mundo libre’ ignora cuáles son los resultados futuros de todas estas rebeliones que se suceden en el mundo árabe y habiéndose el mismo Gadhafi encargado de hacérselo notar varias veces levantando el cuco de Al Qaeda y el peligro que ello hubiese significado para el surtido futuro de su petróleo así como para el freno a los flujos migratorios del continente africano respecto de los cuales él, tal como lo reconocieran en su tiempo Berlusconi y Sarkozy, siempre fue un eficiente custodio. De la misma manera que los demás tiranos abatidos anteriormente, Gadhafi se encargó pues de recordar las razones por las cuales él está y no es desalojado del poder. Él, a pesar de su retórica antiimperialista, cumple con la adecuada función de mantener el buen funcionamiento del mercado capitalista surtiéndolo de materia prima, de la misma manera que Ben Alí y especialmente Mubarak eran frenos ante los avances del antisionismo radical y permitían pues la estabilidad de Israel. Gadhafi hasta se encargó de decir en voz alta que, si era abatido él también, de la misma manera que les sucediera a los otros dos tiranos, el régimen sionista iba a ser desestabilizado definitivamente. Lo que ha sucedido entonces respecto de Gadhafi no ha sido muy diferente de lo implementado por el ‘mundo libre’ en los 2 casos anteriores de revoluciones triunfantes. Sea los regímenes de Túnez como el de Egipto hasta el último momento de su existencia fueron defendidos a capa y espada por el ‘mundo libre’, únicamente cuando ya era imposible hacerlo se les soltó la mano. El caso de Gadhafi, aunque con características disímiles ha sido muy parecido o casi igual. Occidente dejó que este último por 40 días bombardeara de manera continua a los rebeldes que se habían atrincherado en las principales ciudades, y que algunos desinformadotes solamente querían reducir al territorio de Cirenaica, intentando así hacer creer que el conflicto quedaba reducido a una lucha entre regiones, cuando en cambio el mismo se estaba desencadenando especialmente en la misma Tripolitania, en donde la ciudad de Misurata resistió con heroísmo durante todo ese tiempo y sin haber recibido ayuda alguna de las naciones de Occidente que, a pesar de toda su propaganda en contra de Gadafi, fueron incapaces de enviar una sola arma para que se pudiesen defender. Si a esto le agregamos que durante todo ese período al déspota libio se le enviaron puntualmente las remesas por las ventas de petróleo a fin de que pudiese pagar los sueldos de su ejército de mercenarios africanos, nos queda perfectamente en claro cuál ha sido la táctica aquí implementada. De palabras condenarlo a Gadhafi pero en los hechos sostenerlo en tanto que representa una garantía para evitar el avance del fundamentalismo islámico en la región. Al respecto es de destacar aquí toda la vasta propaganda efectuada por la prensa israelí indicando los peligros que se presentaban si Gadhafi fuese sustituido por Al Qaeda, uno de cuyos principales líderes es casualmente de origen libio. El Jerusalem Post hizo notar, tal como destacamos en nuestro anterior informe, que los rebeldes eran ayudados desde Egipto, país que acababa de liberar al hermano de Al Zawahiri. A su vez el diario estadounidense Washington Post señaló que en círculos privados el presidente Obama manifestó que no quería repetir con Gadhafi el mismo error que su predecesor cometiera en Irak. Allí, tras desplazarlo a Saddam, el lamentable resultado no fue solamente el fortalecimiento de Irán, sino la aparición de Al Qaeda en la región. Recordó además el gran antagonismo que existe entre el líder libio y el régimen iraní. Es indudable a esta altura del partido que, tras la intervención de la Otan, Gadhafi tiene los días contados ya que, tal como dijéramos, él mismo lo pudo percibir ante su incapacidad de poder recuperar el poder perdido tras los intensos bombardeos de más de un mes de duración. Luego de que se lograra inutilizar su fuerza aérea y artillería, la insurgencia ha podido avanzar y recuperar varias ciudades acercándose peligrosamente hacia Trípoli y ya se habla de un exilio y un recambio. Se busca pues que sean adictos al régimen los que lo efectúen y que se repita una situación como las de Egipto y Túnez, países en los cuales de cualquier modo nos hallamos con regímenes de transición. Unas palabras finales merecen todas aquellas izquierdas y derechas anacrónicas 'antiimperialistas' que han salido a defenderlo a Gadhafi determinadas sentimentalmente por los bombardeos que la Otan ha efectuado en su contra. Condicionadas como están por su visión materialista y economicista de la historia por la cual los hombres se sienten movilizados por las sugestiones de su panza y no por los imperativos que emanen de su espíritu, el cual sería solamente una superestructura de la misma, consideran que a Occidente lo que lo ha impulsado en esta acción ha sido la conquista del petróleo. No se entiende en todo esto por qué recién ahora y no antes es que lo hace y más todavía por qué se tendría que inventar excusas para hacerlo. ¿O por qué tampoco hace lo mismo con Chávez que lo tiene tan cerca? ¿No será acaso que no necesitan hacerlo porque todos estos líderes ‘revolucionarios’ se lo venden en abundancia de acuerdo a las necesidades que poseen? Y además, a pesar de ser ‘antiyanquis’, como tanto dicen de palabra hasta dejar sin aliento a sus defensores, aceptan a cambio de tan valiosa materia prima una gran cantidad de papelitos de color verde que aquel imprime en abundancia para satisfacer sus apetitos insaciables, especialmente electorales. El peligro es en cambio otro, que sea el productor de billetes como el vendedor pródigo de oro negro temen por igual. Que sobrevenga una revolución que termine con su negocio e intercambio. Que triunfe una concepción del mundo en donde el estómago vuelva a tener el lugar que le corresponde y que Dios (el Espíritu, Alá, Buda, etc.) ocupe su lugar y que por lo tanto a quienes lo combatan fundando un universo de consumos superfluos y de injusticias los dejen sin tan vital materia prima a pesar de esa lluvia de papelitos de colores vistosos que se les ofrezcan a cambio. Este peligro, compartido por igual por el ‘imperialismo’ y por el 'antiimperialismo' que participan de su misma concepción del mundo es lo que hoy a unos y a otros ha llevado a defender con urgencia el sistema que Gadhafi representa. Se teme pues que la guerra de civilizaciones siga escribiendo día a día nuevos capítulos. Walter Preziosi

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